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Ayer me senté en mi living, con mi soledad, mi cerveza y mis cigarros cerca, porque intuía que lo que iba a ver, requería de silencio, tranquilidad, cigarros, cerveza y sentidos, precisamente, el olfato, más que otro. El perfume, una cinta ambientada en los años 1700, época de reyes y de esclavos y de riquezas y mucha miseria. Un joven, que nace en la más absoluta de estas miserias, posee un gran talento: tiene un olfato superlativo, y podía reconocer olores, aromas, a kilómetros de distancia. El problema, es que el tipo, no estaba muy bien de la cabeza, y no puede controlar todo lo que huele. Esto, le provoca llegar a obsesionarse con quien pasa por su lado. Para aprender más de este don, se acerca a un perfumista famoso para que este le enseñe a poder “mantener los olores”. El joven, sentía que los aromas a veces se iban y como estaba mal del mate, necesitaba lo contrario. Es así, como comienza una historia llena de sensaciones, de obsesiones, de locuras, de olores, de mujeres. Me pareció una película intrigante. Exquisita en su música y en lo que provoca un director al tratar de reflejar un olor. En la pantalla es imposible sentir olores, pero el director se encargó de que los sintiera. Me llegó hasta lo más profundo esta cinta. Una mezcla de romanticismo y locura de un hombre que de la nada, quiso perpetuar el olor de las mujeres más lindas de Francia. Ustedes verán como lo hizo y en qué termina todo esto. No soy quien para contarles el final. Así es que disfruten, eso si, en silencio, tranquilos. Dejen que sus sentidos estén puestos en 2 horas de película. Porque créanme que lo van a agradecer. Disfrutar del cine como se debe es una obligación para una película como esta. A sentir.
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